(Reproducción del libro “Estampas Barcelonesas” de Ricardo Suñé Álvarez, sobre “El carretó dels gossos”.
EL CARRETÓ DELS GOSSOS En funcionamiento desde el 1 de julio de 1.881 Todos los caminos van a Roma, dice el refrán. Todos los detalles de la vida barcelonesa, por insignificantes, por nimios que parezcan, con sólo reflexionar un poco, veremos que nos conducen al todo de nuestra psicología y al sentir de nuestras gentes. Uno de estos detalles fue, durante muchos años, el típico “carretó dels gossos”, tan llevado y traído en “dites” y refranes. No me refiero, claro está a la materialidad de tal vehiculo, sino a los sucesos que solían desarrollarse en torno suyo. Situémonos en la Barcelona de la primera década del presente siglo. Cierto día un reportero, al hacer la recopilación de sucesos cotidianos, que le facilita la Guardia Municipal, observa que se han registrado tres casos de mordeduras de perro. En confianza les diré a ustedes que en los medios reporteriles, cuando se quiere significar que el día está “tranquilo” por lo que respecta a noticias, suele decirse: Hoy es un día de calma absoluta. No he anotado nada en el taco. Total, tres mordeduras de perro, que no sé aún cómo las he tomado. Total, para justificar, para dar alguna cosa… Sin embargo, aunque entonces ya se empleaba tal muletilla, muchas veces las mordeduras, “en manos” de un repórter hábil, daban mucho juego. No eran ya materia para una gacetilla, sino tema para un artículo. En este aspecto las mordeduras, únicamente tenían un competidor: “el peligro amarillo”. Publicábase el artículo, insistían otros periódicos y las gentes asentían llenas de indignación: -¡Si esto es horrible! ¡Ese Ayuntamiento no hace nada! Dicen que en Barcelona hay más de cinco mil casos de hidrofobia. -En el Clot -objetaba otro, bajando la voz- conozco al tío de un abuelo de un sobrino de mi cuñado que le mataron a tiro limpio, porque estaba rabioso y quería morder a todo bicho viviente. Pero ¡psit! Silencio. No digan ustedes nada. Sé de tres individuos que se hallan en la cárcel por difundir esa triste noticia. Se iba cargando la atmósfera y llegaba el momento en que el alcalde publicaba un bando relativo a la represión contra los perros y daba cuenta de las medidas que había adoptado para evitar tales estragos. A los pocos días, “el carretó dels gossos”, con dos laceros y un “Xanxas” -perdón, un guardia municipal- salía a la busca y captura de los perros de nadie y los sospechosos de hidrofobia. Vedlos pasar. El “Xanxas”, otra vez pido perdón, iba digno, con su sable y su quepis y sus bigotazos imponentes. Llegan a una calleja estrecha de los viejos barrios de la ciudad, cuando, de repente, los laceros divisan un perro vagabundo, sin bozal, que da unos saltos sospechosos. A él. ¡Ya lo tienen! ¡Al carretón!. Pronto los vecinos se dan cuenta de la captura. -”Ay, ay! Senyora Laieta, que és veritat que han agafat un gos”? La “senyora Laieta” contestaba que, en efecto, tal era lo que había sucedido. “Pobret!! Que és aquell de color negre?” Así era. Uno de color negro. Precisamente el que hacía unos días se había apropiado la “senyora Treseta, la bacallanera”. Esta señora acude a la calle al escuchar el alboroto y, al darse cuenta de que pronuncian su nombre pregunta lo que sucede. ¡Cielos! Los del “carretó” se llevan a su perrito. A su “Menut”. La “bacallenera”, ante “tamaño atropello”, la emprende con los laceros y especialmente con el guardia. -”Lladres! Torneu-me el “Menut”. Què ha fet la pobre bèstia perquè l’agafin?” -Señora -responde seriamente el guardia-. Nosotros cumplimos órdenes del “Achuntament” y no “deu” usted faltar a unos “funcionaris” que cumplen con su deber. -”Lladres, botxins! Pobret Menut!” -Señora, tenga usted la “llengua” menos “llarga”, porque sino me la “emporto” a usted “lligada” al Cuartelillo. No “falti”, que nosotros miramos por el bien público… -”Vostès són uns ganduls! Ves amb què surt ara aquest “Gutierras”! “Mort de gana!”. El alboroto crecía. Todo el barrio -¿cómo no?- se ponía al lado de la “senyora Treseta” y del pobrecillo “Menut”. Y las imprecaciones e insultos contra los funcionarios municipales iban creciendo. El guardia perdía la paciencia y se llevaba detenida a la “senyora Treseta”. Entonces le daba un patatús a la “bacallanera”. Gritos, imprecaciones, amenazas contra los laceros y el guardia. Al fin, “el Xanxas” -perdón por última vez- tiraba de sable y dibujaba unas fintas en el aire. Se despejaba la calle. Algunos dueños de establecimientos cerraban las puertas asustados y aún había quién se lamentaba: -¡Ese Ayuntamiento! Es un asco. Todo igual. Miren ustedes que lo que está sucediendo ahora con lo de la hidrofobia… (Del libro “Estampas Barcelonesas de Ricardo Suñé Álvarez) |